lunes, 24 de octubre de 2016

¿POR QUÉ ESCRIBÍ ESTE LIBRO?

La razón fundamental, primigenia, tiene que ver con la experiencia de ser hijo de Amparo Hernández Hernández ("Amparito"). Este es el motivo por el que le dedico esta publicación con las siguientes palabras: “Por mi madre, quien mi inspiró y transmitió con su testimonio de vida, cotidiano y amoroso, el sentido profundo y radical de la cocina socioafectiva”.

Efectivamente, aunque no haya sido muy frecuente oírle enunciar la frase: “te quiero” (la pobre bastante tenía con preocuparse por sacarnos adelante), ahora siento que con cada plato de comida que realizaba y nos ponía en la mesa estaba “encarnando” y expresándolo, y con ello alimentándonos afectivamente. Por eso, insisto, este libro se escribió por su maternidad. GRACIAS MAMÁ.

2 comentarios:

  1. Maternidad, alimentar, mamá, Navidad, agradecer, compartir, familia, AMOR. Voy a intentar enlazar estas palabras que brotan de manera desordenada pero que las veo entrelazadas tras leer esta entrada de Antonio al que felicito por su gran trabajo.

    Cada navidad las truchas eran la comida estrella en casa de mi familia. Mi madre, Otilia, nunca aceptaba ayuda de sus 4 hijas. Las quería hacer ella sola al completo, ahora que por su enfermedad este año ya no las pudo hacer, veo que mi madre hacía cocina socioafectiva; así se me ocurre que su receta podría llamarse “Truchas de buenos deseos y amor de madre”. Hacía la masa a mano, nada de comprarla ya hecha, y la amasaba con esmero, le pasaba el rodillo de madera, alisando y alisando eliminando así los sinsabores del año, los sacrificios de tiempos en los que costaba sacar a sus 6 hijos adelante pagando la universidad, las ausencias, etc….Con una taza marcaba un círculo que acogería el relleno formado de almendras, batata, azúcar, canela, sueños, esperanzas, deseos y oraciones para que su familia tuviera salud, trabajo y fuéramos buenas personas … y con una cuchara cogía un poco de esa masa bien mezclada, la colocaba en el centro del círculo, como coloca a sus hijos e hijas, y a mi padre (cuando vivía) en su vida,… y luego cuando hemos crecido que ya creemos que no necesitamos tanto sus consejos, tal vez coloca también a las personas sin hogar, a personas mayores que necesitan compañía, a personas enfermas y/o extranjeras que no tenían familiares en la isla; a todas ellas les ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo y lo más importante, amor, para mejorar su bienestar…. A todas ellas nos ha colocado en su centro olvidándose de vivir su vida,…luego con delicadeza para que no se rompa levanta la mitad de la masa y tapa el relleno, cubriéndola, imagino que así pretendía resguardarnos de las enfermedades, de comportamientos que nos produjesen daño o dolor,….ambas mitades las unía cuidadosamente con sus dedos y por si acaso, se abriesen las sellaba con un tenedor y la aprisionaba, como si de una capa protectora se tratase;….todo de manera atenta, centrada, no quería que las distrajésemos, y toda la familia lo sabíamos y la dejábamos disfrutar de esa tarea mirándola a ratos desde la puerta de la cocina. Luego las iba friendo poco a poco ...la tarea duraba muchas horas, de pie. Acababa rendida, pero orgullosa, era como parir, el contemplar la bandeja llena de truchas le hacía sentir feliz y esperaba con ansia ver nuestra cara al probarlas y que le dijésemos como estaban, ella nos miraba atenta, supongo que buscando la cara de satisfacción y aprobación, aunque como un aspecto más de su manera de ser siempre ella creía que le faltaba o le sobraba azúcar, la batata no era muy buena, etc. Tal vez porque siempre cree que podemos dar más, que podemos llegar más lejos, ser mejores … aunque para el resto de la familia nos parecían las mejores del mundo.

    Me ha sido imposible este año probar otras truchas que no fueran las suyas, incluso las de mi hermana Maida, que ha cogido el testigo, aun teniendo muy buena pinta y siendo muy buena cocinera, aún no se parecen del todo,… Claro, no salen de sus manos ni de la manera paciente y amorosa con que las hacía. ¡No hay truchas más ricas que las de mi madre!


    Para no extenderme mucho más, otro detalle imprescindible de este ritual de navidad es el COMPARTIR. Después de hacerlas las colocaba en pequeñas bandejas para regalar a algunas personas significativas para ella, eso sí, a menos personas de las que le gustaría y en menor cantidad de las que se merecían según ella. En casa veíamos como desfilaban hacia otros hogares las ansiadas truchas y aunque sabíamos que nos quedarían menos, teníamos asumido que eso era parte de la receta…y con ese gesto y tal vez sin quererlo nos enseñaba una vez más la suerte que teníamos de estar unidos en estas fechas y la importancia de compartir por poco que fuera con los demás. Te quiero mamá.

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    1. Me encanta la reflexión, querida Begoña. ¡Qué bonita la metáfora de las truchas! Toda una simbología desgranada socioafectivamente para darle un sentido profundo al cocinar desde la maternidad amorosa. Bien podría convertirse esta entrada como un espacio de homenaje a nuestras madres cocineras socioafectivas, en el que poner en común sus recetas de amor nutritivo. Anímense a compartirlas

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