En estas sencillas
y bellas palabras se condensa un mensaje estrechamente vinculado con nuestra
propuesta de la Psicocina Socioafectiva, en el que se relaciona gastronomía
y felicidad.
Como indicábamos en
la publicación de referencia, a partir de un texto del Principito:
“Buenos días –dijo el principito. Buenos días
–dijo el mercader. Era un mercader de píldoras perfeccionadas que aplacan la
sed. Se toma una por semana y no se siente más la necesidad de beber. ¿Por qué
vendes eso? –dijo el principito. Es una gran economía de tiempo –dijo el
mercader-. Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran cincuenta y tres minutos
por semana. Y, ¿qué se hace con esos cincuenta y tres minutos? Se hace lo que
se quiere… Yo -se dijo el principito-, si tuviera cincuenta y tres minutos para
gastar, caminaría muy suave hacia una fuente…” (Saint-Exupéry, 1999, 91).
Y si se inventase
una píldora que quitase el hambre ¿qué pasaría? Más allá de las implicaciones
económicas, políticas y sociales de este improbable, que no imposible (y digo
improbable porque no creo que esté entre las prioridades de los “mercaderes”
que el hambre desaparezca); me aventuro a especular que, como el Principito,
algunos románticos emplearíamos el tiempo que nos ahorraríamos en sentarnos a comer
o a preparar la comida, a “caminar suavemente” hacia la cocina para buscar la
manera de ser felices. ¿Y ustedes?
En general no encuentro la felicidad en la cocina, salvo cuando estoy con mi familia cotidianamente, cuando cocina y yo le acompaño.
ResponderEliminarOjalá siempre podamos tener la sensación de paladear el "ir llegando"