Como indico en la
publicación de referencia de este blog, coincido con el chef Santi
Santamaría cuando denuncia: “…no cocinar,
como está sucediendo, es una gran pérdida patrimonial, porque cambia el
comportamiento en casa. Y es una pérdida emocional, porque se dejan de
trasladar sentimientos”.
Y es que
posiblemente la comida rápida nos esté dirigiendo hacia una alimentación sin sentimientos
que llena la barriga pero vacía el corazón, y que engorda a lo ancho pero
ahueca a lo hondo. Y esto es consecuencia del desencuentro con el otro cuyo
reflejo necesitamos para ejercer nuestra humanidad.
¿Por qué cuando
celebramos algún acontecimiento vital de gran alcance biográfico (nacimiento,
boda, cumpleaños) lo hacemos a través de una comida a la que invitamos a los
próximos? Más allá de los convencionalismos y protocolos sociales es claro que
el banquete es la máxima expresión del compartir y la solidaridad.
Como indican Aduriz
e Innerarity (2012, 248): “Sea lo que sea
una buena vida, tiene que incluir el gozo común de la comida convival, <un
buen banquete en buena compañía>, como decía Kant.
Es difícil comer
estando disgustado con alguien. Lo más normal es que nos levantemos de la mesa
y dejemos de comer. Son actos (comer y estar enfadados) que se excluyen
mutuamente. Para comer con alguien con el que no quiero estar, mejor comer
solo.
Participar de la
comida en colectividad genera espacios libres de estrés tremendamente
beneficiosos para la salud, de tal modo que se ha descubierto que comer en un
entorno doméstico o entre amigos aumenta la liberación de neurotransmisores
asociados al bienestar, dando lugar a una sensación placentera, algo que no
ocurre cuando se realiza aislado o en mala compañía.
Comparto con
ustedes este inspirador vídeo que expresa con una sencillez pero a la vez una gran
profundidad el sentido de la relación entre COMER JUNTOS y la FELICIDAD
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